REFLEJO INTERLIMB: ¿somos dueños de nuestros movimientos bajo estrés?
Por Félix
Carmona
Existen
varios tipos de movimientos en el cuerpo humano. Unos son voluntarios, como el
de las manos cuando escribimos. Otros son involuntarios, siendo uno de ellos el
del corazón. Y otros más interesantes son los movimientos reflejos. Un ejemplo
de ellos se da en la consulta del médico cuando nos golpea por debajo de la
rodilla y, a consecuencia de esto, la pierna se mueve, queramos o no queramos
(siempre el sistema nervioso no esté pachucho). En general, los movimientos del
cuerpo se generan gracias a contracciones musculares. Éstas vienen dadas por
una orden directa de nuestro cerebro y son el resultado de una decisión
consciente.
Pero
los músculos también pueden ser activados por señales llegadas desde otras
partes del sistema nervioso. Por lo tanto, el movimiento creado sería una
contracción muscular que no es el resultado de una decisión tomada por nosotros
mismos, es decir, no es una decisión consciente. Esto suele pasar cuando el
cuerpo ha de reaccionar rápidamente ante una situación inesperada o cuando está
bajo una fuerte situación de estrés.
Existen situaciones en
las que pueden aparecer movimientos de una gran contracción muscular:
1.
La
pérdida del equilibrio corporal.
2.
Un
sobresalto.
3.
Una
contracción simpática (o refleja) entre miembros superiores.
En
lo relativo al punto 1, cualquier persona que ha ido tranquilamente por la
calle y ha resbalado inesperadamente, ha comenzado a realizar unos movimientos
muy rápidos, tanto de piernas como de brazos, para evitar la caída y recuperar
el equilibrio perdido para no caer. En el punto 2 sucede algo similar. Cuando
oímos un ruido fuerte o nos asustamos por algo inesperado, el cuerpo reacciona
de la misma manera. Se contraen los músculos y lo primero que hacemos es subir
los hombros y encoger el cuello, como cuando vamos andando a la intemperie un
día de lluvia, pero mucho más rápido. También las manos se cierran y los brazos
se repliegan hacia el centro del cuerpo, haciendo que éste se aparte de la zona
de donde proviene el supuesto peligro. Es como si quisiéramos hacernos más
pequeños. Supongo que esto será porque, al agacharnos, el centro de gravedad
baja y somos más estables y, de esta manera, podemos controlar mejor nuestra
estabilidad.
El
tipo de contracciones involuntarias que se producen en estas situaciones son
rápidas y hacen que todo el cuerpo se contraiga. Si en ese momento nos estamos
moviendo con un arma en la mano, llevando un dedo apoyado sobre el disparador,
y nos resbalamos o sufrimos un sobresalto, los dedos de la mano podrían
contraerse y producirse un disparo no intencionado.
El
punto 3 es el que más nos interesa, pero no hay que perder de vista los
anteriores, porque también son importantes. El término “contracción simpática”
hace referencia una contracción involuntaria que podría darse en los músculos
de un lado del cuerpo, cuando los mismos músculos del otro lado están haciendo
una acción intencionada y enérgica. Esto puede pasar en las extremidades simétricas,
como son los brazos y, por ende, en las manos o en los dedos. A esto se le conoce
como reflejo interlimb. Lo de
interlimb es debido a que está implicado en esto el “sistema límbico” del
cerebro y la conexión que tienen ambos hemisferios o “limbos” entre sí. Este
sistema está formado por varias estructuras cerebrales que permiten conectar sendos
hemisferios. Esto hace que el movimiento de un lado pueda realizarse, por
reflejo, en el otro lado, ya que este sistema se encarga de regular las
respuestas del cuerpo a ciertos estímulos, sobre todo bajo condiciones
estresantes.
¿Pero
qué es el reflejo interlimb? Los
movimientos que se producen en zonas del cuerpo que son simétricas, como las
piernas, los ojos, los brazos o los dedos de las manos, producen un reflejo de
movimiento en un lado a consecuencia del movimiento inicial del lado opuesto.
En
el caso de los miembros superiores, los cuales son los que más nos interesan de
cara al trabajo policial, este tipo de reflejos son contracciones involuntarias
de los músculos de los dedos y de la mano del tirador, que pueden comenzar por
la compresión de la otra mano, partiendo de la existencia de una situación de
estrés muy intensa, como sería la de un enfrentamiento armado. Esto puede hacer
que una mano realice el mismo movimiento que la otra sin ningún tipo de
intención por parte del tirador, todo lo cual viene provocado por un reflejo.
Un ejemplo de ello sería agarrar a un delincuente, abrir una puerta, cerrar el
puño para golpear con la mano débil y, a consecuencia de este movimiento,
provocar un reflejo que obligase a la mano fuerte a realizar la misma acción y
presión.
Por
lo tanto, bajo estrés, cuando una mano aprieta, la otra también aprieta; cuando
los dedos de una mano se cierran, en la otra mano se cerrarán igualmente (y al
contrario). Cuando estamos bajo una gran tensión, estresados, si una mano abre,
también abrirá la otra.
Esto
sucede porque los hemisferios cerebrales, que son los responsables de todo lo
concerniente al aparato locomotor (del movimiento), están conectados entre sí
por fibras cerebrales. Es por ello que no podemos aislar tales movimientos. Estos,
los referidos movimientos, son difícilmente evitables, lo que podría desembocar
en una descarga involuntaria, si mantenemos el dedo índice donde no debería
estar. Este tipo de reflejo o contracción simpática, en los miembros
superiores, se divide en dos partes:
a)
En
la contracción de los dedos de una mano, cuando nuestra intención es mover unos
dedos determinados.
b)
La
tendencia de una mano (o la de sus dedos) a realizar movimientos similares, a
pesar de que nuestra intención es hacerlo con una sola mano o únicamente con
los dedos.
Este
segundo apartado es el que más encaja en la descripción de reflejo interlimb.
Existe más probabilidad de que suceda en condiciones de estrés, si las manos se
mantienen muy próximas entre sí. Estas contracciones no son controladas por el
cerebro, sino por la meninge, lo que provoca que el componente de
“intencionalidad” desaparezca. Lo que hace ésta es liberar una enzima que
bloquea algunas funciones cerebrales (bloquea el sistema parasimpático),
dejando así que trabaje el sistema simpático del cuerpo. Este sistema forma
parte de lo que conocemos como “cerebro primitivo” y no podemos controlarlo. Un
caso que se podría dar es que si tenemos un linterna o una carpeta en una mano
y en la otra el arma, no podríamos soltar el objeto para poder montar la
pistola. Esto me lleva a recomendarle a los compañeros que trabajen con
cartucho en la recámara.
Antecedentes
y análisis sobre el tema hay unos pocos. Ya
en 1991, en el Centro de Entrenamiento del FBI (Quantico, Virginia), se hizo un
estudio en el cual se demostró que la mano era capaz de contraerse, de manera
repentina e involuntaria, con un máximo de 25 libras de presión (más
de 11 kg) a causa de un sobresalto. Presiones parecidas se pueden dar, también,
por culpa de un tropiezo o al intentar recuperar el equilibrio.
Existen
2 estudios médicos publicados en el “US National Library of Medicine National
Institutes of Health”, que tratan el riesgo de disparos involuntarios con armas
de fuego (The Risk of Involuntary Firearms Discharge), realizados con una
pistola que tenía instalados sensores para registrar la presión realizada por
la mano, amén de la ejercida sobre el disparador. En el primer estudio, 34
policías fueron elegidos, de forma aleatoria, para que reaccionaran ante
situaciones predeterminadas, utilizando la pistola preparada al efecto.
El
resultado fue que los policías podrían, en ciertas situaciones, no solo tener
contacto con el disparador, sino que este contacto podría incluso pasar inadvertido.
7 de los 34 participantes (el 20,6 %) apoyaron el dedo sobre el gatillo en
algún momento durante las pruebas, infringiendo así el protocolo de seguridad
de mantener el dedo fuera del disparador en todo momento, hasta que se tome una
decisión consciente de realizar el disparo.
En
el segundo estudio, 25 participantes (12 hombres y 13 mujeres, de entre 21 y 39
años de edad) realizaron 13 tareas que requerían el uso de diferentes
extremidades, pero se trataba de movimientos específicos de un solo limb o
hemisferio cerebral, mientras sujetaban la pistola que registraba la fuerza sobre
ella ejercida. Los resultados que demostró este estudio indicaban que la
actividad motora realizada por las extremidades en otros limbs o hemisferios
conduce a un aumento significativo en la fuerza de agarre que ejercemos sobre
un arma de fuego; y que la presión resultante sobre el disparador, por culpa de
las contracciones musculares involuntarias, puede ser suficiente para vencer la
presión del disparador de la mayoría de las armas policiales.
Estas pruebas
proporcionaron la evidencia científica de que es posible que un policía, bajo
un fuerte estrés donde esté en juego su vida, pueda realizar un disparo
involuntario o no deseado, por culpa de la presión ejercida con la mano
contraria a la que porta el arma.
En resumen, durante una contracción muscular involuntaria, a causa del estrés,
lo que hace una mano, lo hará la otra (las 2 agarrarán, soltarán, etc.). Por lo
tanto, cualquier cosa que hagas con una mano, podrá causar un “reacción
simpática” y propiciar el reflejo interlimb
(abrir una puerta, agarrar a alguien por la ropa, sujetarte a algún sitio al
caer o resbalar, pulsar el botón de la linterna, etc.).
Este
es el motivo por el que tienes que entrenar transiciones a la funda antes de
“llegar a las manos” con un sospechoso. Lo que nos lleva a pensar que hay que usar
una funda que permita introducir fácilmente el arma y que ésta quede retenida.
Por supuesto, las típicas fundas de cuero no permiten nada de esto muy bien.
Deberíamos decantarnos por fundas de nivel II o III, de polímero.
Una
cosa a tener en cuenta son los hechos que narran los policías que han estado en
un enfrentamiento armado, los cuales describen que existe un gran deterioro de
casi la mayoría de las habilidades más rudimentarias con el arma. Uno de los
desafíos es, para los instructores de tiro, que la gente tenga un entrenamiento
adecuado para enfrentarse a los efectos del estrés que aparecen en un
enfrentamiento armado.
Una
fórmula fácil de recordar para que no se produzca un disparo involuntario sería
“fuera blanco, fuera gatillo”. Es una frase sencilla y que nos puede ayudar en
momentos de estrés con el arma. Por eso hay que tener siempre fuera el dedo del
disparador y apoyado en el armazón, no el guardamonte, ya que éste podría
resbalar e introducirse dentro, con fatales consecuencias.
Pero
está claro que un entrenamiento frecuente de situaciones lo más realistas
posibles, es la mejor herramienta que tenemos. Aunque este entrenamiento no
bloqueará por completo los efectos del estrés, puede servir para disminuir la
pérdida de las habilidades, gracias a haber entrenado respuestas motrices para
que éstas nos salgan de manera natural. Nada
que no hayamos entrenado con anterioridad nos saldrá por primera vez bajo
estrés. Lo que puedas hacer será el resultado de tu entrenamiento. Si tu
entrenamiento es bueno, lo que saldrá será bueno, pero si tu entrenamiento es
nulo o pasas de formarte, no esperes un milagro.
Y
si en tu cuerpo no encuentras la formación adecuada, no vale como excusa.
Fórmate por tu cuenta. Si algún día te sucede algo, lo agradecerás. En tu mano
está la solución.■
Magistral, como siempre...
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