520: TIENE USTED DERECHO A GUARDAR SILENCIO
Por Ernesto Pérez Vera
Suelen
decir que me quejo por vicio de lo mal que funcionan demasiadas cosas en la
comunidad policial. Anda que no he dicho veces que existe descoordinación policial
entre cuerpos, cuando no incluso también entre unidades de una misma fuerza.
Para eso este país es, posiblemente, el que mejor se las pinta, porque anda que
no nos gusta nada robarnos servicios e información para apuntarnos el palote
estadístico, aunque con ello se ponga en riesgo la seguridad ciudadana y la
eficacia en la persecución del bien común. Si Santo Tomás de Aquino levantara
la cabeza... Ni cosas que podría contar yo, sobre esto de pisarnos la manguera
entre bomberos.
Pero
también he despotricado de la descoordinación judicial existente tanto entre
los juzgados de una misma comunidad autonómica, como, por supuesto, entre los
órganos judiciales de otras regiones. Esto ha costado vidas humanas hasta de
niños, así como violaciones, también de niños. Pero hoy he vuelto a descubrir
otro espeluznante caso que si no fuese porque hay un muerto de por medio, sería
para que lo contase Gila, el maestro del humor. En mayo de 2014 falleció en
Galicia un policía nacional como consecuencia de un delito de homicidio por imprudencia
menos leve, o sea, sin querer matar. El óbito se produjo mientras el agente
intervenía con un preso que se encontraba disfrutando de un permiso carcelario.
Hasta aquí, nada fuera de lo normal. Pero resulta que el menda, el chorizo que
estaba de vacaciones fuera del talego, se encontraba en requisitoria: estaba en
busca y captura, constándole, en las bases de datos policiales y judiciales,
una Detención para Ingreso en Prisión, lo que en el argot se denomina un D.I.P.
Descanse en
paz José Manuel Pardo.
No hay más
preguntas, señoría.■
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