EL CALOR DEL PLOMO CONTRA EL FRIO DEL ACERO
Por Ernesto Pérez Vera
Estamos acostumbrados a
ver espectaculares filmaciones policiales procedentes de Estados Unidos y de
Brasil. También nos llegan vídeos desde otros muchos puntos del globo, pero lo
cierto es que los mejores suelen estar grabados en aquellos lares. Esta vez se
trata de una grabación casera made in Iran,
y no es la primera intervención iraní con la que me topo en las redes sociales.
Este
vídeo debería hacernos meditar, a todos, sobre la conveniencia o no de seguir consumiendo
la coletilla dialéctica y literaria ‘apuntar a partes no vitales’;
archimanida expresión que, todo hay que decirlo, es utilizada normalmente como atractivo
y eficaz recurso para tratar de cubrirnos el culo, cuando instruimos
diligencias tras pegarle un taponazo a alguien. Porque a ver, si bien es cierto
que muchas veces se puede apuntar con la pistola en el fragor de un evento a
vida o muerte, en otras muchas ocasiones
resulta imposible hacerlo, sobre todo si el que se defiende es acometido a corta
distancia y por sorpresa. Pero apuntar supone enrasar perfectamente los
elementos de puntería, para luego sobrecolocarlos en el punto de impacto
deseado. Esto quiere decir que sabiendo hacer tal maniobra, que a priori parece
no resultar extremadamente complicada, cualquiera podría ser campeón olímpico
en cualquier modalidad de tiro. ¿No?
Pero claro, aquí
estamos hablando de la realidad de la calle, de disparar contra animales
bípedos de la especie Homo sapiens y
no contra papiros diseñados para ganar trofeos deportivos, algo que cuando se lleva
a cabo, me refiero a tirar contra semejantes, es porque el blanco humano está
generando serios e inminentes peligros, además de estar, casi siempre, en pleno
movimiento. Esto, sin olvidarnos de que el agente que se defiende también
tiende a desplazarse, esté o no disparando ya contra su oponente. Ante el miedo, los sanos de sesera y de
psicomotricidad nos entregamos a la biomecánica para que el garrotazo, el machetazo
o el balazo no nos toque o para que lo haga con la menor lesividad posible, como
norma general mientras nos damos por pies, aunque sea unos instantes. Tal vez muchos
ignoren que ante hechos de esta naturaleza podemos quedarnos petrificados, o
sea, emocionalmente bloqueados. Y es que, como dice el filósofo
contemporáneo andaluz Chiquito de la Calzada, una mala tarde la puede tener
cualquiera.
Considero que ni
siquiera un buen tirador olímpico puede garantizar ser capaz de apuntar con
claridad a punto anatómico alguno, a la vez que el objetivo y él se encuentran
en movimiento, pese a que la distancia sea escueta. Insisto en que mucho menos,
aún, si el envite se produce sorpresivamente, hallándose el arma todavía
enfundada. Dicho esto, apuntar a las
llamadas partes no vitales es tarea casi imposible de asegurar cuando se
producen eventos vitales de gran magnitud, si bien las personas adecuadamente
entrenadas podrían colocar ahí sus tiros sin apuntar y con una pizca de buena suerte,
aunque no sean tiradores de competición. Pero a todo esto hay que añadir,
encima, el hecho de que las zonas corporales definidas como no vitales, son
porcentualmente de pequeño volumen, comparadas con otras áreas del mapa humano.
Con lo anterior no
quiero decir, en modo alguno, que nunca se pueda impactar en los trenes
motores. Naturalmente que se puede: a veces se logra por puro azar, se esté o
no bien adiestrado, lo que conlleva la posibilidad de errar el tiro en un
cincuenta por ciento de las ocasiones; y otras veces se logra gracias a que la
situación no ha despertado en el defensor el coctel biológico y hormonal propio
del estrés de supervivencia, ese que
ante la percepción de un riesgo grave desata reacciones autónomas a nivel
neuro-psico-fisiológico, que rara vez permiten conservar bastante capacidad mental
de concentración y buena disposición ocular para que el cristalino enfoque el
alza y el punto de mira. Asimismo, pude ocurrir que la fisiología no afecte
brutalmente a quien, aun defendiéndose, no sea del todo consciente de la
gravedad del momento. Pero también puede suceder que una persona muy adiestrada
y con vasta experiencia en combate, retrase, durante el tiempo suficiente, la afectación
de los primeros signos fisiológicos negativos (otros son positivos).
VER
VÍDEO: https://www.youtube.com/watch?v=Hnaz3QAMMYc
Discúlpenme por tan
amplias consideraciones personales. Voy a céntrame, ya, en la actuación del
policía de Teherán que disparó contra el atracador de un banco, cuando éste
trataba de fugarse blandiendo un arma blanca, desde no más de dos metros de
separación. Aunque el inicio de la filmación recuerda al juego infantil del
pillapilla, el fondo de todo lo visionado es muy serio. Desconozco por completo
el ordenamiento jurídico de la República Islámica de Irán, pero de haberse
producido este incidente en tierras ibéricas (qué buen jalufo), la respuesta
del funcionario no recibiría, a mi juicio, reproche judicial alguno, por más
que los agoreros de vocación digan que sí. Lo
que hay que hacer es leer menos titulares de prensa y estudiar más sentencias
judiciales, jurisprudencias incluidas.
Pero el tuétano de este
artículo no está en la necesidad racional de abrir fuego, pues me reitero en lo
oportuno y necesario de tal medida, dado
que el agente carecía de otros medios más eficaces para neutralizar, con
eficacia, el riesgo inminente que sugería el cuchillo, teniendo en cuenta que incluso
había conminado al delincuente hasta la saciedad. Significar que el
legislador patrio solo utiliza la palabra ‘proporcionalidad’ en atención al
potencial riesgo que generan las armas usadas en la coetánea acción de atacar y
defenderse, puestas unas armas frente a las otras. Así que qué más pedirle al funcionario,
porque dejar huir a un criminal no es una opción aceptable para quien, como
policía iraní o pamplonés (qué buen chorizo por allí), está legalmente obligado
a hacer lo que hay que hacer, cuando hay que hacerlo, aunque cueste trabajo
hacerlo.
La sustancia está,
desde mi punto de vista, en que el tirador siguió el protocolo legal y del
sentido común, creo que con la suficiente profesionalidad, porque no solo hizo
todo lo antes expuesto, sino que, para colmo, no dirigió su proyectil hacia
donde se supone que estaban las partes vitales. Sin embargo, el malhechor perdió la vida aun siendo alcanzado en una
pata, órgano presuntamente no vital, a tenor de lo que reflejan los temarios y
manuales destinados a los policías y vigilantes. El malo murió, como otros
muchos más (también no pocos servidores públicos y hasta toreros y accidentados
de tráfico), por serle destruida una artería, concretamente la femoral. Así que
eso que se dice por ahí tan a la ligera, sobre que tirar a una pierna o a un
brazo no mata, es una trola tan gorda como peligrosa. Una mentira más, en este
suma y sigue de despropósitos coleccionables. Y lo dice quien a cara de perro
le metió dos semiblindados en el mismo muslo a un malnacido, la noche le tocó
hacerlo. Eso sí, aquella madrugada ninguna arteria se vio afectada por el calor
del plomo.
Dios me libre de abogar
en el sentido de no dirigir los tiros a las extremidades, entre otras razones
porque ello suele ser un importante indicio, de cara a la defensa judicial, de
no querer dar, por ejemplo, en el pecho, en la columna vertebral o en la cabeza,
donde a todas luces se ubican, sin discusión alguna, órganos verdaderamente
vitales. Pero hay que recordar que apuntar no siempre resulta una acción fácil,
por lo que pienso que es más coherente manifestar
‘dirigir’ el tiro que no ‘apuntar’ el tiro, vocablo, este segundo, de más
abstracta interpretación a la vez que de más ajuste a la realidad.
Del mismo modo, el
personal tiene que saber que los disparos dirigidos a las piernas y a los brazos
son difícilmente colocables en el curso de una confrontación armada, lo que
suele dar pie a tiros errados y a daños colaterales; pudiendo acabar las balas,
igualmente, en el tronco del adversario, a poco que las partes se hallen en movimiento
y estresadas. No obstante, muchos
lesionados en las extremidades sobreviven a sus heridas, por lo que considero
que si la intervención no exige con clamor neutralizar fulminantemente la
amenaza, hay que intentar plomearlas. Ahora bien, ha de tenerse presente
que la caída del antagonista puede sobrevenir en los siguientes lapsos, siendo
los dos últimos los más frecuentes en casos de heridas por arma corta, cuando alguno
de los trenes motrices son impactados:
a)
Inmediata o instantáneamente (efecto
derrumbamiento)
b)
Mediatamente (entre uno y dos segundos)
c)
Demoradamente (entre cinco y quince
segundos)
d)
Tardíamente (más de quince segundos) (Óscar
Enrique Vanzetti (médico forense). La
incapacitación inmediata por el trauma balístico. La Rioja. Argentina. 2010)
Por último, el tema del
torniquete. El tío perdiendo sangre por un tubo, hasta morir desangrando, y el
policía sin saber qué hacer o sabiéndolo no lo hace. Y es que conocer técnicas
básicas de taponamiento y control de heridas, en pos de impedir hemorragias,
puede suponer la diferencia entre vivir o morir, tanto si el que la está
palmando es el malo, como si es un compañero de fatigas, como si es uno mismo.
yo creo que cuando dispara el policia ,el delincuente estaba dandole la espalda.Y eso pregunto desde mi ignorancia ,en nuestro sistema garantista de derechos seria oportuno?
ResponderEliminarYo creo que sí, sobre todo demostrando que la intención del policía era impedir la peligrosa huida. ¿Había peligro concreto para terceras cercanas a la escena? Yo pienso que sí. Otra cosa es que ya hubiese arrojado el arma al suelo, en cuyo caso no había peligro de lesionar, si acaso a trompazos y patadas.
Eliminarbien explicado
ResponderEliminar