CUANDO LA PISTOLA DEL POLICÍA NO PUEDE HACER ‘PUM’
Por Ernesto Pérez Vera
Qué cosas
pasan, Dios mío. Y no pasan más cosas porque él no quiere, como bien reza el
dicho popular. En poco más de un mes he sido requerido, a efectos de prestar
asesoramiento, por tres policías de distintos cuerpos. Los tres, que no se conocen entre sí y que cada uno de ellos danza en
una provincia española, me han traslado la misma problemática: sus pistolas
están averiadas y no funcionan bien. Dos de estos funcionarios son locales
en Andalucía, y estatal es el otro, da igual en qué parte del país.
A ver,
cuando un arma de dotación reglamentaria presenta síntomas de posible avería,
solo hay que llevársela al instructor de tiro o al armero de la unidad, y que
él indague y decida qué hacer. Yo lo veo así de sencillo. ¿Pero qué pasa si tu
unidad carece de ambas figuras? O peor
todavía ¿y si tienes instructor y armero, pero ni el uno ni el otro saben una
mierda sobre tiro y armas? Sé que suena a chiste, a historieta cómica de Gila,
pero sepan que esto sucede con la misma habitualidad con la que brota mi
jartible manía por escribir artículos de este perfil. Déjenme contarles,
con permiso de los interfectos, estos últimos casos que he conocido y en los
que he tenido algún grado de indirecta participación resolutiva:
1º.- Alberto, que es municipal en una plantilla de 135
funcionarios, me dijo que llevaba seis años en el cuerpo y que nunca había disparado
con su pistola, pese a habérselo solicitado varias veces a su jefe. Esta
situación lo llevó a inscribirse, hace muy poco tiempo, en un curso de tiro
anunciado por un sindicato policial, sindicato al que, dicho sea de paso, ni
siquiera estaba afiliado. “Estaba
nervioso y emocionado, Ernesto: por fin iba a pegar unos tiros, porque no
disparaba desde la academia, aunque allí tampoco es que tiráramos mucho. Pero
en el primer ejercicio descubrí que mi arma no funcionaba. Pensamos que me
había tocado un lote de balas defectuosas, pero el director del curso hizo
varias comprobaciones determinantes: mi arma no iba bien, directamente no iba”.
¿Llevaba Alberto
dos trienios patrullando las calles con un arma inutilizada? Nadie tiene la
respuesta. No obstante, antes de que la pistola le fuera asignada a él, ésta
había estado invernando en la funda de un compañero jubilado por edad que, muy
posiblemente, tampoco había apretado jamás el gatillo. A Alberto ya le han
cambiado la pistola, “porque presenté una queja por escrito en el
Registro General del ayuntamiento, como me sugeriste”.
Ahora utiliza un modelo más moderno que, según sostiene, funciona
perfectamente, aunque también ha estado antes en manos de otro funcionario. No
ha probado la pistola durante una práctica oficial, pues ni se sabe cuántos
lustros llevan allí sin realizar entrenamientos de tiro, sino que “al final hice lo que me dijiste: me fui a un
descampado, mientras estaba de servicio, y gasté varios cartuchos. Si no llego a tramitar el documento por Registro,
todavía estaría trabajando con aquella obsoleta cacharra averiada”.
2º.- Manipulando su pistola de dotación antes de
reincorporarse al servicio después de haber pasado varios meses de baja médica
(fracturas por obra de un accidente de tráfico), Guillermo se percató hace unas
semanas de que a su arma le sucedía algo anormal. Al tirar hacia atrás de la corredera y liberarla dejándola hacer su
recorrido natural, el martillo avanzaba hasta quedar en posición de supuesta doble
acción, cuando el normal funcionamiento mecánico de la pistola exigía que el
martillo permaneciera atrás, en posición retrasada, en simple acción.
Esta
descripción delata que la pistola no está bien. Si dispara o no dispara, eso es
harina de otro costal (no se comprobó), pero el problema de seguridad es clamoroso.
Guille, que cuenta en su plantilla con un armero y con dos instructores de
tiro, puso la incidencia en conocimiento de los tres. Estas fueron las
respuestas recibidas de boca de dos de ellos, puesto que uno de los instructores
se hallaba de baja por paternidad, y no se pronunció (ni contestó al wasap): “¿Acaso piensas dispararle a alguien o qué? Cambiarte
el arma es un rollo, hay que mover mucho papeleo y encima tengo que convencer
al jefe, que ya sabes que él pasa de estas cosas. Si quieres usa tu pistola
particular, deja aquí la otra y a ver si encontramos a alguien que sepa de esto.
Pero vamos, que tampoco creo que sea tan grave; no estamos en guerra”.
Mi recomendación fue la misma que le hice a Alberto:
registrar oficialmente el descubrimiento del problema, las respuestas de los
presuntos especialistas y, por supuesto, no trabajar con la pistola de
adquisición particular, a no ser que el alcalde lo ordenase expresamente y por
escrito. Resultado: “En
cuatro días me han asignado otra pistola, Ernesto. Me han dado la de un
compañero jubilado anticipadamente por enfermedad. No hace falta probarla en el
campo de tiro, porque este policía la tenía a punto y la usaba frecuentemente
en los entrenamientos que hacía por su cuenta, porque aquí, como ya te he
contado más de una vez, no tenemos plan anual de reciclaje de tiro. Aun así, te
hice caso y la probé: ¡va de lujo!”.
3º.- Esta es la única pistola que he manipulado
personalmente. Da lo mismo a qué cuerpo estatal pertenezca Roberto. Lo
importante es que al ascender y cambiar de destino, le han cambiado el arma.
Ahora trabaja con una pipa más liviana y ergonómica. Como este verano íbamos a
vernos en mi comarca, aprovechando que él bajaba para visitar a sus padres
(somos paisanos), se trajo su nuevo fusco y varias cajas de cartuchos. Quería
probar el arma conmigo, porque hacía algo más de un año que la tenía asignada y
todavía no la había probado. Dijo: “Llevo
como unos cinco años sin pegar un tiro a nivel oficial. Siempre me viene mal. Unas
veces no me cuadra el horario de los instructores y otras veces me pilla en
plena operación de vigilancia o seguimiento. Siempre estoy por ahí, Ernesto; hago
muchos kilómetros y muchísimas noches. Varias veces me han llamado para bajar a
la galería, cuando estaba de viaje para asistir a juicios. Y las últimas dos veces
me han pillado muy liado con los estudios para el ascenso. En el curso de
promoción sí tiré algo, muy poco, pero la pistola de dotación que todavía tenía
asignada era la otra, la vieja, no esta nueva”.
Pues bien, trasladados un tórrido sábado de
septiembre al campo de tiro, su flamante pistola no consiguió vomitar plomo ni
una sola vez. Por cierto, aunque a
Roberto le han dicho que el arma es nueva a estrenar, yo creo que está usaba,
aunque poco o muy poco. Disparar no sé si habrá disparado alguna vez, pero
juro por mi peluca que ha dormido enfundada en cuero más tiempo que en su
acolchonada caja de PVC. Total, que la pistola de este tío tiene la aguja
percutora partida o directamente carece de ella. Tiendo a agarrarme más
fuertemente a la segunda tesis. No hay duda sobre el fallo de percusión: ningún
cartucho extraído de la recámara presentaba picotazo, y comprobado manualmente
el funcionamiento del seguro automático, éste iba bien.
Y colorín colorado, esta es la historia de gente
real que sale a la calle a proteger a los demás, sin saber si sus herramientas
valen o no valen. Me pregunto cuántos miembros de las fuerzas de seguridad
están trabajando ahora mismo sin saber si sus pistolas funcionan bien, si
funcionan mal o si directamente no funcionan. Otro día hablaremos de los que
llevan décadas sin cambiar la munición de sus cargadores, que menudo peligro
representa ello para todos. Me viene a la memoria aquel infeliz que tenía
pegada el arma al cuero de su pistolera, requiriendo la extracción de varios
segundos de fuertes tirones hasta lograr extraer el hierro. Peor fue ver como
la pólvora de varios cartuchos caía desparramada por todas partes, al haberse
desengarzado varios proyectiles.■
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