DE LA MESA A LA PUERTA: OTRA DE CUCHILLOS
Por, Ernesto Pérez Vera
Suele decirse que
nunca pasa nada. Pero pasa, digo que si pasa. Este vídeo muestra, una vez más,
escenas tomadas en Estados Unidos (EE.UU). Pero esto no significa que en España
no sucedan cosas de esta índole. Lo que ocurre es, y esto es un dato objetivo,
que la Policía de otros países cuenta con medios de grabación audiovisual
adosados a la vestimenta de sus funcionarios o, como es el caso de la presente
toma, a la cabeza mediante gafas. Efectivamente, si nuestros agentes de
seguridad pudieran filmar todas las agresiones que sufren, y además la opinión
pública tuviese acceso a ellas, todos dejaríamos de creernos las mil y una trolas
que nos han colado, con calzador, en charlas, cursos y artículos de prensa
durante décadas.
VER EL VÍDEO AQUÍ: https://www.youtube.com/watch?v=PYjwC1vVbMI
En esta ocasión, por suerte, todo acabó
bien para ambas partes. Un agente de un departamento del sheriff, de uno de los
cien condados de Carolina del Norte (EE.UU.), fue comisionado por su central de
transmisiones al efecto de verificar una llamada que sugería la comisión de un
presunto delito de malos tratos en el ámbito familiar. Algo que, como todos
convendrán conmigo, principalmente quienes se dediquen a la seguridad pública,
a lo judicial o a leer periódicos, forma parte del día a día de todo policía
español que desempeñe su labor profesional en el campo de la seguridad
ciudadana.
El recibimiento filmado es, digámoslo
así, el más habitual. Nadie espera en la puerta de su domicilio, o en el de la
parienta, con una pancarta confesando que es el malo de la película y que en
unos segundos va a esgrimir un cuchillo contra la fuerza interviniente.
Estamos, por tanto, ante una actuación que puede acabar de mil formas, la mitad
de ellas buenas y la otra mitad malas. La
sorpresa puede aparecer de muchas maneras, pero como seguro que nunca hará acto
de presencia es con un megáfono haciendo públicas las intenciones criminales a
materializar al instante siguiente. De esta guisa, y seguramente conociendo
bien el percal y al propio denunciado, el funcionario que protagoniza la escena
se aproxima a la casa con su pistola Taser empuñada y fuera de la funda.
No cabe duda de que la medida
preventiva proporcionó su fruto, si bien en décimas de segundos el agente se
vio, insisto que sin aviso expreso, delante de una dentellada de acero. Tan
fabuloso documento pone de manifiesto que incluso portando la persona agredida un
arma en las manos, rara vez podrán evitarse lesiones si quien desempeña el rol
de criminal ha decidido en su mente matar y, además, ya ha ejecutado acciones
en tal dirección y sentido. Aquí fue un arma de impulsos eléctricos la que el
policía interpuso y disparó contra quien llegó a clavarle el cuchillo, pero de
haberse tratado de una pistola convencional el resultado final hubiese sido el
mismo, o incluso otro peor. El agente no
tuvo que ser asistido por lesiones dado que la puñalada fue detenida, a la
altura del tórax, por el chaleco de protección balística con el que cubría su
tronco. Desconozco si esta prenda también estaba confeccionada para
proteger al usuario frente a armas blancas, pero está claro que hasta un grueso
abrigo de piel de oso frenaría, aunque fuera algo, la penetración del agudo metal.
Este enlace, por sí solito, ya manda abundantes
mensajes a quienes lo quieran ver con avidez. A mayor listeza y predisposición
a la autocrítica, mayor número de conclusiones podrán ser obtenidas tras su visionado.
No obstante, a ver si puedo ayudar un poco a quienes no estén muy duchos en estas lides. Para ello me haré
varias preguntas en voz alta, con autorespuestas incluidas. ¿Tienen todos los policías españoles un
Taser en su cinturón de servicio? No, nanai de la China. Aquí tal vez solo el
10% lo posea, aunque muy posiblemente esté siendo excesivamente generoso en el
cálculo porcentual.
Visto que la víctima llegó a ser tocada
por el arma blanca, pese a haber disparado con rapidez y eficacia, ¿cómo hubiera acabado la intervención de no
haberse hecho tan evidente ostentación de dicha herramienta de letalidad
reducida? Posiblemente con sangre policial por el piso, no sé si también con
muertos. Ante algo así, y sin un Taser encima o hasta con él en el cinto, ¿todos hubiésemos podido repeler el
atentado sujetando la mano agresora, empujando el pecho del hostil para ganar
distancia, apartando la hoja, golpeando la cara del delincuente, etc.? Pienso
que muchos, tal vez, hubiéramos podido bloquear la mano ejecutora o yo qué sé,
pero casi con total seguridad sin tiempo para evitar unas cuantas clavadas.
Sigo. ¿Hubiera detenido su ataque el malo de haber alimentado el policía la recámara
de la pistola ante sus mismísimas narices? Estoy convencido de que no. Considero
que cuando una persona ya está matando no hay ruidito de marras que le haga
deponer su actitud, por más que muchos instructores, lamentablemente más de la
cuenta, sigan vendiendo esta teoría de
mierda. Es más, estoy casi seguro de que el sentido auditivo del acometedor
no hubiera percibido el sonido de la obturación del cañón. Este individuo era
un Homo
sapiens que también, a buen seguro, había perdido capacidad de atención
y de concentración; todo lo cual debió afectar a sus sentidos y, por ende, tuvo
que verse mermado en sus posibilidades cognitivas y sensoriales.
Pero más convencido estoy, aún, de que
a un policía de nivel medio de adiestramiento no le hubiese dado tiempo a
desenfundar, montar, disparar y acertar en el objetivo. No, al menos, saliendo
indemne de un encuentro de esta naturaleza. No hablo ya de tener que
desactivar, también, el seguro manual de la pistola. Moraleja: hay que perderle el miedo al porte del cartucho en la
recámara, llevando en reposo los mecanismos de disparo. Eso sí, hay que
entrenar mucho y bien en esta condición de porte. ¿Seguro activado o desactivado? Para muchos, otro gran dilema. A
esto podrían responder mejor que yo, por ejemplo y por desgracia, los dos
protagonistas del capítulo 20 de En la línea de fuego: la realidad de los enfrentamientos
armados (editorial Tecnos).
Cuando alguien en su sano juicio se ve
ante una cosa así, nada se puede hacer exactamente igual que en la galería de
tiro. Estando muy entrenado, insisto en lo de muy, hay muchas más posibilidades
de poder responder pronto y bien, pero tampoco me atrevo a garantizarlo en
todos los casos. Nadie puede garantizarlo. Nadie. Sí podemos afirmar qué nos
gustaría hacer o cómo creemos que habría que llevar a cabo aquello, esto y lo
otro. Pero otra cosa muy diferente es el día de la verdad, ante algo totalmente
inesperado y siempre violento y muy rápido. Eso sí, en estos casos toma valor
el dicho “cuanto más entreno, más suerte
tengo”.
No conviene olvidar que cuando la cosa
se pone muy fea, en cuestión de un par de segundos podemos dejar de ser
nosotros mismos, no pudiendo operar como dos segundos antes seguramente sí hubiésemos
podido hacerlo. Lo fácil se torna difícil y lo complicado impracticable. Lo
medianamente entrenado se puede llegar a ejecutar, pero es imposible llevar a
término lo que nunca se ha practicado. Se me antoja harto inalcanzable, aunque
suene a perogrullada, hacer aquello que no se sabe hacer.
Para momentos complejos, soluciones
simples, así de sencillo. Esto, obviamente, no pasa por el abandono de las
medidas de seguridad. Por tanto, vamos a dejarnos de polladas automáticas en
vinagre, y estoy refiriéndome a esa cagada, peligrosa e involutiva funda del demonio,
cuando lo que está en juego es la seguridad de tu hermano, de mi vecino, de tu
hijo, de mi sobrina, de tu padre, de mi cuñado o la de tu compañero, por no
decir la tuya misma, ¡capullo! Pide que te entrenen con seriedad y sin
mentiras. Que no te engañen con más historias de película de sobremesa
dominguera.
Si a estas alturas de la partida ya
sabemos cómo responde el cuerpo humano ante situaciones de máximo estrés,
basemos nuestros ejercicios de tiro en la conocida realidad psicofisiológica y
evolutiva. Di sí a lo natural y no a las mamarrachadas de tinte holibudiense. Si
sé cómo responde mi organismo por dentro, mejor podré prepararme para responder
por fuera cuando llegue el momento. La concienciación y la mentalización son fundamentales.
Piensa que puede llegar el día, medita sobre ello y créete que puedes hacerlo. Visualízate
haciéndolo y estarás más cerca de lograrlo. Es vital que entrenes la verdad y que
creas en ti.■
Me gustan las frases que incluye el autor en el texto: "cuanto más entreno, más suerte tengo" y "para momentos complejos, soluciones simples". ¡Completamente en el mundo real! Muchas gracias.
ResponderEliminarLumbreras, gracias por tu comentario.
EliminarUn saludo.
Ernesto.